San Patricio también es murciano (y lorquino)

 Nunca pisó nuestra tierra pero mil años después de su muerte, el santo patrón de Irlanda comenzó a ser venerado en el Reino de Murcia. En la victoria cristiana en una batalla de las postrimerías de la Edad Media encontramos el motivo.   

 



Cada 17 de marzo, buena parte del mundo se tiñe de verde para celebrar una fiesta que ha terminado por sobrepasar tanto el entorno geográfico como el contexto religioso y cultural en el que tuvo su origen. Es el Día de San Patricio. La diáspora irlandesa presente en muchas partes del mundo y, por qué no decirlo, la misma globalización que ha popularizado tradiciones como Halloween o el Año Nuevo Chino, han contribuido a extender el conocimiento y el gusto por esta celebración. Aún sin saber muy bien quién fue o qué hizo San Patricio, muchos se visten de “leprechauns” o duendes, beben cerveza negra y escuchan música celta en esta jornada en la que el verde, el color que identifica a la que por algo es llamada la Isla Esmeralda, es el gran protagonista.  

Aunque los aires irlandeses lleguen hoy a Murcia como a casi cualquier lugar del planeta, los honores al santo comenzaron en este rincón de la Península Ibérica muchos siglos antes de que la fiesta encontrara su sitio en la cultura popular a nivel mundial.   

Si Irlanda fue puesta bajo el patronazgo de San Patricio por haber sido el artífice de la conversión a la fe cristiana de los celtas paganos que habitaban la isla (se dice que utilizó un trébol, uno de los símbolos del país, para explicar el misterio de la Santísima Trinidad), en el caso de Murcia la razón es completamente distinta, entre otras cosas porque el venerado obispo, que vivió entre los siglos IV y V, no tuvo ocasión de visitar la esquina sureste de la entonces Hispania de los últimos romanos y los primeros germánicos.  

Corría el año 1452 cuando en la zona occidental del Reino de Murcia, no muy lejos de la frontera con el nazarí de Granada, tuvo lugar la Batalla de los Alporchones. Las tropas cristianas, capitaneadas por Alonso Fajardo “el Bravo”, alcaide del castillo de Lorca, se impusieron sobre las huestes musulmanes dirigidas por Malik ibn al-Abbas. La victoria castellana supondría el fin de las siempre temibles incursiones granadinas en territorio murciano y la consolidación de Lorca como una de sus ciudades importantes. 

Pero aquel triunfo militar significó también el punto de partida del tema que nos ocupa. La batalla había sido el 17 de marzo, y el santo del día no era otro que San Patricio. Así pues, el evangelizador de los irlandeses, en señal de agradecimiento y como conmemoración de la victoria, fue nombrado patrón de la ciudad de Murcia por su concejo. Durante mucho tiempo, San Patricio fue celebrado como otras importantes festividades de la capital del Segura (la Arrixaca, la Purísima Concepción, el Corpus Christi, San Antonio de Padua…) si bien terminó apagándose como jornada destacada en el calendario local. Aún así, la Policía Municipal de Murcia sigue recordando la otrora señalada fecha con un desfile de sus miembros por el centro urbano. Sea como fuere, si la Virgen María, primero en su advocación de la Arrixaca y luego en la de la Fuensanta, es la patrona de la ciudad, San Patricio continúa siendo el patrón. 

En Lorca, la población más cercana al escenario de la Batalla de los Alporchones, fue levantado un templo en honor al santo, siendo de hecho el único en España a él dedicado. Nos referimos a la antigua colegiata de San Patricio, joya renacentista iniciada en 1533 y cuya conclusión no se produjo hasta dos siglos y medio después. No deja de ser curioso que cada año, con motivo de San Patricio, la bandera tricolor irlandesa es izada en la plaza de España de la Ciudad del Sol donde se ubican ayuntamiento y colegiata. No en vano se trata de la enseña del país de un santo que también es murciano (y lorquino).

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