El monasterio de Santa Ana del Monte. Jumilla.

 Es un remanso de paz en la montaña jumillana, una simbiosis perfecta entre arquitectura y naturaleza y foco del misticismo franciscano donde tampoco faltan relatos que hablan de numerosos milagros. Es el monasterio o convento de Santa Ana del Monte o, como dicen en la localidad, “de la Abuelica Santa Ana”.  

 



Fue allá por el último tercio del siglo XVI cuando la Orden franciscana decidió acometer la construcción de este monasterio en el corazón de la Sierra de Santa Ana, en la umbría del monte Picacho (o Picarcho), y a unos cinco kilómetros al sur del núcleo urbano de Jumilla. Ya existía en el entorno, desde 1450, una ermita en el lugar donde según la tradición apareció una imagen de Santa Ana, madre de la Virgen María y por tanto abuela de Jesucristo. Las obras del convento finalizaron en 1573, abriéndose al culto y acogiendo a la comunidad de frailes que cuatrocientos cincuenta años después sigue habitando entre sus muros. 

El monasterio se compone de la iglesia, el convento propiamente dicho, el museo, el hospicio, el atrio y el huerto. El cuerpo central de la fachada del templo  se caracteriza por sus dos torres iguales construidas en ladrillo. Entre ambas se encuentra una hornacina que alberga una imagen de su titular, Santa Ana,  

El monasterio alberga un importantísimo conjunto de obras de enorme valor artístico e histórico, siendo además muchas de ellas destacados objetos de devoción por parte de jumillanos y foráneos. Un claro ejemplo lo constituye el Cristo Amarrado a la Columna, realizado en 1755 por el célebre imaginero murciano Francisco Salzillo, o el llamado Cristo de la Reja, una talla de Jesús crucificado del siglo XVII y cuyo autor se desconoce.  

Llaman poderosamente la atención las historias que recogen las crónicas del convento acerca de más de doscientos milagros acaecidos en Santa Ana del Monte. Uno de los más conocidos es el de las piedras de gran tamaño que se habían desprendido de lo alto del monte tras un terremoto y que se detuvieron ante los muros del convento sin causar daño alguno. Se atribuye a la oración de fray Juan Mancebón, natural de Orihuela y uno de los franciscanos más recordados del lugar a quien se le vincula también un exorcismo. Falleció en 1650 y está enterrado en el monasterio. 

El mencionado Cristo de la Reja es llamado por los frailes “de los Cinco Milagros”, siendo uno de estos hechos extraordinarios el haber desenclavado su brazo derecho para bendecir hasta tres veces a los monjes que ante él se encontraban y entre los que estaba fray Juan Mancebón. Por si esto fuera poco, gotas de sangre de la imagen cayeron en el suelo.  

Otras figuras destacadas que han pasado por Santa Ana del Monte fueron San Pascual Bailón, de quien se dice que desenmascaró a una bruja yeclana, y el Beato Andrés Hibernón, natural de Alcantarilla. 

Existe también una leyenda que habla de un supuesto franciscano llamado fray Bernardo de Jumilla, de quien se dice que se conserva incorrupto. Dice el relato que un pastor encontró su cuerpo en una cueva. Junto a él había una carta en la que el monje contaba que había sido expulsado de la comunidad por haber tenido un idilio con una joven jumillana a la que confesó en una ocasión. Aseguraba, sin embargo, que aquel amor había sido casto y puro. Al parecer, este personaje nunca existió realmente y bien podría tratarse de una confusión con otro fraile, el padre Félix Gutiérrez, quien en el siglo XIX también fue expulsado del convento y cuyo cuerpo igualmente estaba incorrupto. Se pudo ver expuesto en una urna de cristal hasta 1978. 

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