El legado vikingo en Murcia

 Primero la literatura y luego las películas y series de televisión o plataformas digitales han dado a conocer al gran público las correrías de los vikingos, hombres temibles procedentes de la lejana Escandinavia que se convirtieron en sinónimo de terror y pillaje. Hoy su recuerdo sigue presente también en Murcia, donde su herencia quizá sea mayor de lo que en un principio podría creerse. 




 

Atemorizaron a buena parte de Europa con sus incursiones que se prolongaron desde finales del siglo VIII hasta mediados del XI. Si la cultura popular ha asociado con los vikingos el casco con cuernos, lo cual no se corresponde con la realidad, lo sí que se ajusta a la verdad es la destreza de este pueblo nórdico en el arte de la navegación y la voracidad de sus numerosos actos de pillaje allá donde llegaban y que provocaban el pánico de la casi siempre indefensa población local.  

La Península Ibérica, en aquella época dividida entre los incipientes reinos y condados cristianos del norte y los dominios musulmanes de Al Ándalus en el centro y sur, no permaneció ajena a los saqueos vikingos, padeciendo una gran cantidad de ellos. No se contentaron con las ciudades costeras sino que remontando los ríos o adentrándose en el territorio a pie se cebaron también con diversas poblaciones y comarcas del interior, lo que queda de manifiesto, por ejemplo, tanto en el ataque a Sevilla en el año 844 como en el que se produjo sobre Santiago de Compostela en 858. 

También el territorio de lo que hoy es la Región de Murcia, entonces parte del Emirato omeya de Córdoba, sufrió la presencia de los vikingos y sus característicos barcos, los llamados drakkars, se hicieron visibles en sus costas y en el propio río Segura igualmente a mediados del siglo IX. Y es que en aquellos tiempos y en gran contraste con los actuales, el río Blanco, como llamaban los árabes al antiguo Táder de los romanos, era navegable hasta muchos kilómetros tierra adentro. Las propias características de las naves vikingas las hacían muy idóneas para surcar aguas poco profundas. 

En el año 859 y tras un periplo por el sur peninsular, los vikingos atacaron la costa murciana. Después de remontar el Segura saquearon la Vega Baja y la ciudad de Orihuela para, de regreso al Mediterráneo, continuar hacia las Islas Baleares y luego a Italia. La flota, integrada por decenas de barcos y varios cientos de hombres, iba capitaneada por Björn Ragnarsson “Costado de Hierro”, un famoso caudillo originario de Suecia y experimentado navegante. 

Ante la ausencia de referencias no podemos saber lo que ocurrió con el emplazamiento costero por excelencia que es Cartagena, aunque su escasa relevancia de aquel momento en comparación con el esplendor romano lo hizo quizá poco interesante para los hijos de Odín. A pesar de la falta de información, quizá la presencia vikinga en el que fuera territorio de Tudmir haya tenido mucha más influencia de lo que pueda parecer. Murcia había sido fundada en 825, unas pocas décadas antes de las incursiones vikingas. Quién sabe si su desarrollo, que a la larga la convertiría en la capital de un reino al que también daría nombre, se lo debe a una ubicación más interior y por tanto algo menos accesible a futuros ataques de los nórdicos. ¿Fueron los vikingos los responsables indirectos de que Murcia sea hoy lo que es? 

Además de esta posible influencia vikinga, existe otro hecho que, aunque envuelto en el mito y la leyenda, es realmente sugerente. Nos referimos al supuesto naufragio de un drakkar cerca de San Pedro del Pinatar, tras el que sus tripulantes llegaron a la costa y terminaron quedándose a vivir entre los lugareños. De estos hombres procedería un apellido muy concreto que un cierto número de personas sigue llevando en la actualidad y que no es otro que Imbernón.  

Según el Instituto Nacional de Estadística, tienen Imbernón de primer apellido más de 1.200 personas en España y de segundo más de 1300. Como no podía ser de otra manera, una mayoría de ellos residen en la Región de Murcia, siendo también significativa su presencia en las vecinas provincias de Almería y Alicante. ¿Es esta la señal de que el legado vikingo sigue presente en Murcia casi doce siglos después de su perturbadora presencia en estas tierras? 

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