La Cueva Negra. Fortuna

Un lugar especial durante miles de años lo encontramos muy cerca de Fortuna. Todo empezó en tiempos prehistóricos para continuar con los siempre enigmáticos íberos, siendo los romanos quienes le dieron su principal impronta y significado que todavía perdura.
Decía el pintor y cronista Fulgencio Saura Mira en su libro “Aspectos mágicos de la villa de Fortuna” que la Cueva Negra es exponente de algo mágico, monumento singular nínfeo, envuelto en sugerencias rituales que nos dan pie para meditar sobre su importancia en el contorno fortunero. Y es que a escasos tres kilómetros al noroeste de este pueblo se sitúa esa llamada Cueva Negra. Se trata de un grupo de tres abrigos abiertos en la roca que además cuentan en su interior con un manantial de agua. Su nombre, como puede intuirse, se lo debe al tono oscuro de la piedra que la conforma y que tiene su origen tanto en la pintura con la que en su día la cubrieron como en la acción de diversos hongos en su superficie. Así, ya en época romana se hablaría de la Cova Nigra, denominación latina que ya en castellano ha llegado hasta nuestros días. Los destacados Baños de Fortuna, ya conocidos y aprovechados entonces, constituyen el otro gran foco de la presencia de esta civilización en esta parte de la Región de Murcia. La prueba de la antiquísima presencia del ser humano en el lugar la tenemos en el hallazgo, tras una serie de excavaciones realizadas en el abrigo, de diversos fragmentos de sílex, pertenecientes a las herramientas y utensilios de aquellos primeros pobladores prehistóricos. Durante el periodo ibérico se cree que la Cueva Negra supuso algún tipo de santuario. Indicios de esto los encontramos en el hecho de que los romanos solían dar continuidad a centros religiosos anteriores a su asentamiento en el lugar. Por otra parte, dos enclaves ibéricos (el Castillico de las Peñas y el Castillico de los Baños) se encuentran cerca, lo cual podría suponer que podría tratarse de un triángulo de emplazamientos pertenecientes a esta cultura. Pero además, en los “tituli picti”, el elemento más significativo de la Cueva Negra y del que hablaremos a continuación, se aprecian grafías de claros rasgos ibéricos, herencia del pueblo prerromano anterior. Es la época romana la que más identifica a la Cueva Negra. No son los restos arqueológicos lo que lo confirman, ya que la erosión producida en el interior de los abrigos debió hacerlos desaparecer con el paso del tiempo. Son esos “tituli picti” lo más llamativo del enclave. Es una serie de textos latinos pintados a mano y en color rojo, siendo la mayoría en verso. Se hallan presentes en algunas partes de las paredes y probablemente en su día contaron con una extensión bastante más amplia en la superficie de la oquedad. Datan fundamentalmente de los siglos I y II d.C. Los textos se descubrieron en 1981, comenzando entonces una ardua pero interesantísima tarea de transcripción, traducción e interpretación por parte de especialistas de la Universidad de Murcia dirigidos por el catedrático de Historia Antigua Antonino González Blanco. Los “tituli picti” de la Cueva Negra vienen a demostrar el carácter especial del lugar, foco de celebración de diversos rituales y cultos de gran relevancia como los del dios del vino Baco y las ninfas. No faltan referencias a textos de “La Eneida”, la famosa obra del poeta latino Virgilio. Pero la Cueva Negra como punto de atracción para las comunidades residentes en su entorno no se limita a la Antigüedad. Una secular tradición fortunera, la de salir cada Lunes de Pascua a comer la popular “mona”, propia de esta época del año, tiene precisamente como escenario este emplazamiento. Esto viene a indicar, en cierta manera, que las diferentes culturas y religiones siguen estando vinculadas a los mismos lugares. Igual que los romanos sucedieron a los íberos, hoy en día una típica costumbre cristiana como la de celebrar la Resurrección de Cristo tiene también su relación con un centro de culto pagano como lo fue la Cueva Negra.

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