Y el pa amb tumàquet era murciano

 Sin pretender en absoluto crear polémica alguna tratando de demostrar o reivindicar un origen alternativo a algo que se da por hecho, sí que, como curiosidad, nos gustaría exponer una versión diferente sobre la historia de uno de los usos gastronómicos típicos de Cataluña. 

Podríamos calificar al pa amb tumàquet (“pan con tomate” en catalán) como una de las quintaesencias de la catalanidad, algo tan propio y característico de aquella esquina de la Península Ibérica como la sardana, la barretina, los castells o la Virgen de Montserrat. 



Todo lo que es tan típico y a la vez tan tópico ha sido investigado en lo que a su origen y evolución se refiere y el pa amb tumàquet no es una excepción. No han faltado, pues, hipótesis sobre cuándo comenzó y se extendió la práctica de restregar un tomate sobre una rebanada de pan para convertirla en uno de los usos culinarios más definitorios y conocidos de Cataluña y sus gentes, estando muy presente tanto a nivel de los hogares como de los establecimientos de restauración. 

La suma del pan y el tomate untado sobre aquél ha sobrepasado ampliamente los límites del área de influencia cultural catalana, pudiendo encontrarse en cualquier punto de la geografía española y más allá. 

Pero vayamos a la historia. El tomate llegó a tierras ibéricas y al resto de Europa en el siglo XVI, ya que era uno de los productos encontrados en América y hasta entonces desconocido en el Viejo Continente. Una vez aquí, no pasó mucho tiempo para que fuera utilizado como una manera de ablandar el pan duro y hacerlo más comestible y fácil de ingerir. Sin embargo, hay que esperar al último tercio del siglo XIX, más concretamente al año 1884, para hallar una mención a esta costumbre, siendo los payeses (campesinos catalanes) quienes en sus masías restregaban el tomate sobre el pan que ya tenía varios días añadiéndole, además, un poco de aceite de oliva. 

Aunque sea esta la teoría más aceptada y que le otorga pedigrí por tratarse de unas raíces netamente catalanas para algo tan de la tierra, existe otra, mas minoritaria pero mucho más llamativa, que apuesta por un origen muy diferente, cuyos iniciadores procederían de un lugar situado muy al sur del río Ebro.  

En la década de 1920 tuvo lugar la construcción de una muy importante infraestructura para la ciudad de Barcelona, el metro. Para acometer estas obras llegaron hasta la capital catalana trabajadores de diversas partes del país, incluyendo un gran número de murcianos. De hecho, la entonces provincia de Murcia perdió en aquellos años alrededor de 100.000 habitantes en forma de emigración a este y otros lugares, toda una sangría demográfica. Pues bien, según la versión alternativa, fueron estos emigrantes murcianos quienes “inventaron” y pusieron de moda el famoso uso culinario, aderezando en sus almuerzos el pan que llevaban con el tomate, un producto, por otra parte, muy distintivo de su lugar de procedencia, donde una fértil huerta los producía en abundancia. No faltan historias, un tanto surrealistas por cierto, que cuentan que estos trabajadores tenían plantadas tomateras junto a las vías que proporcionaban el elemento necesario para untar el pan. Quizá se trate solo de un intento de reforzar esta teoría “murciana”.  

Es probable que, como casi siempre, haya un poco de verdad en cada hipótesis y tanto los payeses del campo catalán como los trabajadores del metropolitano prepararan y comieran, cada uno por su lado, el pa amb tumàquet que, sea como fuere, sigue siendo hoy un bocado que aún en su sencillez no deja de ser un bocado exquisito para cualquier paladar. 

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