Los molinos de viento del Campo de Cartagena

 Son una de las señas de identidad de la comarca y a pesar del paso del tiempo y del abandono de muchos de ellos, sus siluetas continúan definiendo el paisaje como centinelas de una tierra a la que antaño tanto contribuyeron a dar vida.   

Molino Zabala
Nanosanchez, Public domain, via Wikimedia Commons

El genio de las letras castellanas Don Miguel de Cervantes se encargó de inmortalizar en El Quijote los molinos de viento de La Mancha que, más de cuatro siglos después de la publicación de esta obra cumbre de la literatura, siguen en pie y dominando aquellos contornos. No son, sin embargo, los únicos que todavía pueblan las tierras de la vieja España. En la Región de Murcia y más concretamente en las comarcas del Campo de Cartagena y del Mar Menor, los molinos de viento constituyen un elemento típico e indisociable de su paisaje cultural.  

Estas peculiares construcciones se reparten por todos los municipios de la zona: Cartagena, Fuente Álamo, La Unión, Los Alcázares, San Javier, San Pedro del Pinatar, Torre Pacheco, incluyendo pedanías murcianas del sur como Sucina y las estribaciones de la Sierra de Carrascoy. En total hay catalogados más de doscientos molinos. 

Una de sus características más singulares es que, a diferencia de los manchegos, no tienen aspas sino velas latinas (de forma triangular) que son infladas por el viento para accionar el mecanismo y cumplir con su misión. Esta tipología de molino de vela se halla también presente en otros rincones del Mediterráneo como Grecia o las propias Islas Baleares. Otra peculiaridad la constituye el chapitel o cubierta, que es de madera y giratorio, a fin de poder dirigir las velas hacia el sentido del viento, lo cual se consigue gracias al llamado “palo guía”, una viga de gran tamaño apoyada en el suelo y fuera del propio molino. Esto convertía al molinero en algo parecido al capitán de un barco.  

Los más antiguos de estos molinos tienen un origen en el siglo XVI, datando la mayoría del XVIII, XIX y hasta principios del XX. El uso era bastante variado ya que no solo estaban los dedicados a moler el trigo para la obtención de la harina sino que había otros que servían para prensar la aceituna y producir aceite, extraer agua del subsuelo e incluso para la molienda de la sal procedente de las cercanas salinas de San Pedro del Pinatar.  

El principal problema al que se enfrentan estas construcciones es su deterioro, consecuencia directa de haberse abandonado su uso con la llegada de la modernidad. Desgraciadamente, este patrimonio se encuentra en serio peligro de desaparición, ya que muchos de los molinos permanecen en estado ruinoso o con graves daños en su estructura. La declaración de Bien de Interés Cultural en 1986, reforzada por la ley regional de 2007, supuso un primer paso hacia la protección y preservación para la posteridad de este importante legado.  

Desde un punto de vista más práctico y efectivo, la salvaguarda de este conjunto se ha manifestado en la rehabilitación de varios molinos llevada a cabo por instituciones como los ayuntamientos en cuyo territorio se localizan. Así, por ejemplo, encontramos en Torre Pacheco el molino del Pasico (construido en 1844), el de La Hortichuela, el del Tío Facorro o el del Tío Paco, todavía en funcionamiento. En este municipio existe una ruta turística que recorre los diferentes molinos y que lleva por nombre “La Fábrica del Viento”. En el caso de Cartagena podemos mencionar los molinos de La Palma, Pozo Estrecho, Alumbres, La Puebla, el de Zabala en Perín o los de Monte Sacro y Las Piedras en Los Mateos.  

La puesta en valor de muchos de los molinos convirtiéndolos, además, en recursos turísticos visitables están contribuyendo no solo a su conservación sino también a darles una nueva utilidad y por ende un nuevo modo de servir a su comunidad igual que lo hicieron en otros tiempos ya lejanos. 





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