El monte Arabí. Yecla

 Emergiendo solitario en medio del altiplano aparece ante nuestros ojos con su silueta inconfundible. Es la montaña yeclana por antonomasia y una de las más emblemáticas de la Región de Murcia por todo lo que encierra. Bienvenidos al monte Arabí. 





Paisaje, historia y leyenda son los ingredientes que le proporcionan a este lugar situado a 18 kilómetros al noroeste de la ciudad de Yecla su carácter singular y hacen que no sea una montaña más. Casi en el punto más septentrional de la Región y muy cerca del límite con la provincia de Albacete se localiza el Arabí, imponente y majestuoso monte que alcanza los 1068 metros de altitud sobre el nivel del mar. Desde su cumbre se contempla un paisaje típico de la zona dominado por los cultivos de la trilogía mediterránea, viñas, olivos y cereales.  

Declarado Monumento Natural en 2016, en el Arabí la erosión provocada por el agua y el viento le ha proporcionado su peculiar modelado y formas características que suponen un atractivo para el lugar. Uno de los puntos emblemáticos en este sentido lo encontramos en la Cueva de la Horadada, una gran abertura en la roca con un enorme agujero en el techo, sin duda una de las imágenes más características y conocidas de la montaña.  

La presencia del ser humano en la zona se pierde en la noche de los tiempos y no podía faltar aquí una importante muestra de pinturas rupestres, encuadradas dentro de lo que se conoce como Arte Levantino, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO allá por 1998. Pueden encontrarse en diversos puntos repartidos por la ladera del monte como los de la Cueva del Mediodía o en Cantos de Visera I y II. Los animales representados en estos abrigos nos ayudan a conocer la fauna existente en aquellos tiempos prehistóricos y las figuras abstractas despiertan la curiosidad sobre el mensaje que estas gentes pretendían transmitir y su papel dentro de su sistema de creencias. 

Pero además de todos estos interesantes aspectos existe otro que definitivamente convierte al monte Arabí en un lugar fuera de lo común. Nos referimos a su carácter mágico o incluso sagrado y el hecho de constituir todo un foco de mitos y leyendas.  

No son pocos los que consideran la montaña un lugar telúrico o de poder y en el que pueden llegar a experimentarse extrañas sensaciones como una especial carga de energía entre quienes recorren aquellos contornos. Quizá fue este magnetismo el que atrajo al Arabí a sus primeros moradores hace miles de años. 

Tampoco faltan los testimonios sobre avistamientos de extrañas esferas luminosas en torno al monte, las que algunos llaman “luces populares”, además de figuras espectrales que tan pronto aparecen como se desvanecen.  

Entre las leyendas, destaca por ser la más popular la de la Cueva del Tesoro, un nombre ya de por sí muy revelador. Sobre ella se nos dice que es el punto de partida de un entramado de pasadizos, túneles y galerías que recorren el interior del monte para conducir hasta el emplazamiento de un fabuloso tesoro que un día dejaron allí los pobladores musulmanes. La sala donde supuestamente se encuentra estaría protegida, según se cuenta, por una gran puerta metálica y dos grandes estatuas que a modo de vigilantes impedirían el acceso mediante un resorte que accionaría sus armas. El mito acerca de esas riquezas que guarda el Arabí se ve reforzado por una historia del siglo XIX que sigue circulando hoy día entre los yeclanos y que habla de dos hombres que llegaron a la zona en sendos caballos, dejándolos al cuidado de los lugareños. Internándose en el monte, regresaron varios días después portando unas sacas de las que sacaron varias monedas de oro con las que pagaron a aquellos labradores en compensación por su ayuda con los animales.  

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