El Barranco del Infierno. Librilla

 Dos siniestros nombres acompañan a sendos barrancos situados en Librilla. Uno de ellos derivó en el propio nombre de la localidad mientras que el otro responde a un paisaje extraño y desolado que a pesar de todo no deja de ser bello y cautivador para todo aquel que se aventura a poner su pie en él. 

 




Muchos de los nombres que identifican a los distintos lugares son bastante reveladores atendiendo a su significado o a lo que pretenden transmitir. Así sucede con el del municipio de Librilla, que con un origen árabe (ciertamente que la terminación –illa no puede disimularlo) y procediendo del término Lymbraya, viene a significar “Barranco de los Espectros”. Así lo señalaba el renombrado cartógrafo Al-Idrisi a mediados del siglo XII. Este barranco, que quizá deba esta denominación a su verticalidad y el miedo que infunde asomarse a él, se corresponde con la llamada rambla de Librilla o río Orón que atraviesa la población.  

Pero sin salirnos del territorio librillano y remontando la mencionada rambla llegamos a otro barranco con un nombre no menos curioso e igualmente inquietante. Nos referimos al Barranco del Infierno, donde las formaciones de arenisca y roca caliza, modeladas por la erosión durante miles de años, crean un paisaje único, como de otro planeta. A pesar de localizarse cerca de la civilización, cuando se recorren sus sendas y desfiladeros se puede respirar un ambiente de soledad que la peculiar geología del lugar contribuye sin duda a acrecentar. 

Asociadas al entorno no pueden faltar leyendas o relatos de contenido siniestro como la que habla de un pastor que llevaba un cordero sobre sus hombros y al atravesar la quebrada notó cómo los tiernos balidos del animal se transformaron en fuertes gruñidos de bestia y vio ennegrecerse sus patas que se convirtieron en robustas pezuñas. El pánico hizo a este buen hombre soltar y dejar allí aquel engendro y salir corriendo a toda velocidad. Por algo el lugar se llama Barranco del Infierno, y no solo por la imagen que ofrece. 

Uno de los elementos más característicos y singulares del enclave lo constituyen las conocidas como “chimeneas de hadas” (en otras zonas llamadas “señoritas con tocado”), pintorescas estructuras geomorfológicas que también son el resultado de la acción erosiva de los distintos elementos. Propias de regiones áridas, se trata de figuras naturales, finas y de gran altura, formadas por rocas débiles que acaban en una cima abultada por ser más resistente. Salvando las distancias, estas columnas pétreas recuerdan en buena medida a las que se encuentran en el Parque Nacional del Cañón Bryce en Utah, Estados Unidos, en la región turca de Capadocia o, ya en la propia España, a las existentes en el valle del Ebro.  

El Barranco del Infierno llega hasta las estribaciones de la pedanía de Fuente Librilla, que a pesar de su nombre no es librillana sino que se sitúa ya en el término municipal de Mula. No demasiado lejos de allí se encuentran otros famosos barrancos, los de Gebas, así como el embalse de Algeciras, todos ellos puntos privilegiados para admirar la extraña pero atrayente belleza de este rincón entre Espuña y el Guadalentín. 

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